A mediados de siglo Benalúa cuenta ya con 146 vecinos y 663 almas. Los cultivos agrícolas principales son cereales, cáñamo, lino y judías, y se cría ganado diverso. El mayor contribuyente es por entonces el marqués de Benalúa, Gaspar de Aguilera y Contreras, heredero de los condes de Alcudia y titular de gran parte de las tierras, de un gran número de cuevas y de una casa. Gaspar de Aguilera llegó a ser diplomático, senador vitalicio y consejero real.
Otro de los empeños colectivos de los benaluenses en el siglo XIX fue el de la construcción de una nueva iglesia, hecho que ocurre en 1864, tras largas gestiones y la contribución de todos los vecinos en el acarreo de materiales y en su construcción. Poco después la nueva iglesia consigue la categoría de parroquial y la dotación de un cura propio, reclamado por la feligresía desde tiempo atrás. Este clima de espiritualidad colectiva fructifica en 1886 con la creación de la Hermandad de la Virgen del Carmen. Por esos años la población pasa de los 600 habitantes, hay alrededor de 200 cuevas y según declaran los propios ediles el término municipal tiene 950 hectáreas de superficie, aunque todavía no se ha hecho el deslinde oficial con los municipios vecinos. Pertenecen al pueblo la iglesia, el cementerio y tres cuevas que cumplen las funciones de Ayuntamiento, cárcel y tienda de bebidas. La estructura de la propiedad rústica está definida por la existencia de un gran propietario que había adquirido las tierras del marqués de Benalúa. Se trata de Juan Casas Alsubide, vecino de Granada, que tiene en propiedad 705 fanegas, arrendadas en lotes de entre 1 y 45 fanegas. Otros cuatro titulares no residentes en el pueblo se reparten alrededor de 225 fanegas, a los que hay que añadir un número reducido de labradores arrendatarios, que son a su vez pequeños propietarios, y un grupo amplio de braceros.
Ferrocarril y remolacha.
La construcción del ferrocarril y la introducción del cultivo de la remolacha contribuirán especialmente al tímido desarrollo económico que vive la comarca a principios del siglo XX. Benalúa se ve inmersa en importantes cambios económicos, demográficos y urbanos durante las tres primeras décadas. De la mano de Manuel Fernández-Fígares, gran propietario agrícola e ingeniero, nace un prestigioso complejo industrial cuyo buque insignia es la azucarera Nuestra Señora del Carmen.
En ese período de tiempo se modifica la imagen del pueblo con la construcción de los grandes volúmenes fabriles, el hábitat cuevero se expande aprovechando las excelentes condiciones del terreno y la urgente necesidad de vivienda y la población se multiplica por cuatro debido a la necesidad de mano de obra que acude mayoritariamente de los pueblos de la comarca de Guadix.
Con el cultivo de la remolacha se introducen importantes cambios en las técnicas agrícolas. Las industrias que se van implantando aportan, con la ayuda del ferrocarril, nuevas tecnologías, maquinarias, fuentes de energía y procesos industriales novedosos y totalmente ajenos al pequeño pueblo de larga tradición agrícola que había sido Benalúa hasta entonces. La azucarera Ntra. Sra. del Carmen, la fábrica de pasta de esparto para papel Ntra. Sra. de las Angustias, la fábrica Harinas de Benalúa con los hornos anexos, la almazara El Carmelo, la fábrica de aceite de orujo Ntra. Sra. de la Esperanza, la fábrica de aguardientes y jarabes León Vega, la fábrica de jabones y otros pequeños negocios constituyeron un tejido industrial de renombre y una relevante impronta de futuro. Tanto los patronos como los obreros defenderán sus intereses de clase a través de un fecundo asociacionismo político y sindical.
Al hilo de estos cambios estructurales o como consecuencia de los mismos, surgen varias iniciativas culturales, como la creación de una academia de estudios. En 1920 Benalúa dispone de un teatro por el que pasan varias compañías. Poco después se construye una nueva sala más grande y mejor equipada, que acoge representaciones de zarzuela y a éste le sucede un tercer teatro de mayores proporciones que con el tiempo se convertirá en cine.
Tras el pronunciamiento militar de los sublevados contra el Gobierno legítimo de la República y el inicio de la Guerra Civil en el verano de 1936, quedarán en poder de los republicanos la mayoría de los partidos judiciales de la provincia de Granada, incluido el de Guadix, gracias a la resistencia popular, la movilización de los partidos y de los sindicatos de izquierdas. Los comités revolucionarios que surgen se imponen en los primeros meses sobre los organismos oficiales (Gobierno Central, Gobierno Civil de Granada y comisiones gestoras de los Ayuntamientos) hasta que a principios de 1937 se reconduce la situación política. Estos comités tienen un carácter eminentemente popular y sindical, aunque en Benalúa se suma la representación del partido Izquierda Republicana. En la breve fase miliciana del comité revolucionario de Benalúa se lleva a cabo la incautación y explotación de las fábricas de la localidad, de los comercios y el reparto de determinadas tierras incautadas. Acabada la guerra y durante poco más de un año, las naves de la inactiva fábrica espartera fueron empleadas como campo de concentración.
Los últimos cincuenta años de la historia local están marcados por el fenómeno de la emigración, aunque padecida en menor escala que otros municipios de la comarca. La economía local vive un segundo impulso con la creación de Pastalfa (antecesora de la actual Celsur), Cerámica El Carmelo y una fábrica de conservas. Por su parte, los labradores consiguen el acceso a la propiedad de las tierras que trabajan acabando así con una larga historia de arrendamientos. También se repara un agravio histórico como es el de la incorporación del barrio del Camarate a Benalúa en 1972, hasta entonces dentro del término municipal de Guadix. La depresión económica vivida a principios de la década de 1980 fue el punto de inflexión del sector industrial, que supo salir adelante con la fórmula del cooperativismo. La memoria colectiva de los benaluenses había acuñado una dilatada tradición emprendedora, asociativa y solidaria que renovó en esos duros años el tejido económico de este pueblo cuevero, agrícola e industrial de la Hoya de Guadix.
Textos cedidos por Miguel Ángel Sánchez Gómez extraidas de su Libro:
“Benalúa, Historia de un pueblo de la Accitania”