Historia de la ciudad

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Los orígenes del poblamiento
En los alrededores de Benalúa se encuentran varios yacimientos arqueológicos que evidencian el poblamiento antiguo y más o menos continuado de esta zona de la Hoya de Guadix. Con la romanización, la calzada que discurría por estas tierras definió un asentamiento disperso, pero organizado longitudinalmente en relación al camino. La presencia de restos de una villa de explotación agropecuaria en el Cerro Margarita, cercano al núcleo urbano actual y junto a la carretera de Fonelas, confirma esta hipótesis.
Durante el período medieval las alquerías constituyeron los núcleos fundamentales del poblamiento rural de al-Andalus. Las comunidades campesinas andalusíes se organizaban a partir de la puesta en regadío de determinadas áreas de cultivo, por encima de las cuales emplazaban sus asentamientos. Entre las distintas interpretaciones que ha registrado el topónimo Benalúa, la más fundamentada explica su significado en relación al nombre del propietario musulmán de la alquería andalusí. La documentación castellana de finales del siglo XV  recoge varios topónimos de origen árabe y bereber ligados a las acequias, tierras de cultivo y torres de refugio o de vigilancia de los habitantes del enclave, como las torres de Menaluba, Quinte, Xeque y Motarmy, que no fueron ajenas a las incursiones -río Fardes arriba- de las tropas castellanas procedentes del Adelantamiento de Cazorla. Otros topónimos locales de origen árabe y bereber que han pervivido al paso de los siglos en las tierras de labor de la vega han sido los de Cuila, Cordobí, Zayate, Camarate y Almaráez, además de Cabila, nombre del cerro más alto del pueblo.
 
Un cortijo con ermita
Tras la conquista castellana del reino nazarí de Granada en las postrimerías del siglo XV, el territorio de Guadix sufrirá una rápida transformación. La primera oleada repobladora, atraída por las exenciones tributarias y el reparto de casas y tierras, se compondrá en su mayoría de humildes labradores que se convierten en pequeños propietarios, pero también se distribuyen grandes extensiones entre nobles, señores, funcionarios reales y la institución eclesiástica. La tierra de Guadix se describe como un territorio “largo y estrecho” con abundante regadío y una numerosa población mudéjar asentada en las aldeas y alquerías. En el proceso de concentración e incremento de la gran propiedad surgida del reparto de tierras en la comarca de Guadix, el cortijo de Benalúa aparece a mediados del siglo XVI como propiedad de Fernando Álvarez Zapata, señor de Los Guájares, que lo incluye en su mayorazgo. Esta figura jurídica proseñorial vinculaba las propiedades de la nobleza e impedía su venta. Los campos de cultivo de la vega de Benalúa estaban regados por las acequias de Galavate (actual Talabarte), que regaba el pago del Camarate y Ramblahona, la acequia de Benalúa, que regaba el pago del mismo nombre, la del Quinte y la de Xeque o Jeque (actual Palomar), que abastecía el cortijo de los Quirates.
 
En 1554, el Sínodo de la diócesis de Guadix y Baza celebrado en la ciudad accitana con el objetivo de planificar la asimilación de la población morisca, ordena que el cura de Fonelas atienda los cortijos del entorno, entre los que se señala el de Benalúa, que recibiría una visita mensual del párroco para decir misa, probablemente en alguna cueva por ser el hábitat propio de la zona. La documentación histórica del siglo XVII revela que el cortijo ya dispone de una ermita, seguramente construida por los propietarios del cortijo, los Zapata, que sería modesta como corresponde a su naturaleza de cortijada. Por entonces, la ermita figura registrada como anejo parroquial, adscrito a la parroquia de Fonelas.
 
A principios del siglo XVIII Benalúa es ya una gran cortijada del Corregimiento de Guadix. Por aquí pasa el camino viejo de Almería a Jaén, cercano al núcleo de cuevas se encuentra el cortijo de las Monjas, las tierras de labranza de la vega y las acequias de Benalúa, Quinte y Palomar. El Censo de Campoflorido de 1717 aporta la cifra de 21 vecinos, es decir, alrededor de 86 habitantes.
 
Mediada la centuria el partido de Guadix ocupaba una superficie de 2.519 km², con una población de 6.925 vecinos repartidos entre la propia ciudad de Guadix y casi cuarenta villas, lugares y grandes cortijos. Casi la mitad de los núcleos habitados eran de realengo y el resto de señorío. La parroquia de Fonelas integraba a los lugares de Fonelas y Benalúa, y una quincena de cortijos. En las poblaciones bajo jurisdicción real, como el por entonces ya denominado “lugar de Benalúa”, los vecinos proponían a los candidatos a alcaldes pedáneos y las autoridades del Corregimiento de Guadix elegían directamente a los alcaldes. Gracias al Catastro de Ensenada, un valioso documento de tipo fiscal, conocemos que en 1752 el cargo lo ocupaba el labrador Antonio Requena, de 44 años de edad, el cura de la parroquia era Martín Antonio Garrido, que disponía de una vivienda-cueva en Benalúa. La superficie del lugar sumaba unas 1.164 fanegas de extensión y el mayor hacendado era el conde de Alcudia, heredero de la familia Zapata. Las 55 cuevas se distribuían en dos cañadas. Benalúa disponía de una fuente pública y un molino harinero para abastecer a los 41 hogares. Los 170 habitantes del crecido vecindario tenían una media de edad de 21 años. Se trata de una comunidad agrícola y ganadera en la que ningún vecino es propietario de las tierras, con una población activa masculina formada por 10 labradores, 18 jornaleros, 25 mozos y un molinero. Se cultiva trigo y cebada, y predomina la ganadería ovina.
 
Ayuntamiento y parroquia.
La centuria decimonónica traerá consigo importantes cambios con la desintegración de las estructuras del Antiguo Régimen, que configura una nueva realidad social y económica, pero sin llegar a sacudirse determinados lastres del pasado. Tras los graves problemas sociales, económicos y patrimoniales que ocasionará en la comarca la ocupación de las tropas francesas en el transcurso de la Guerra de Independencia y las penurias de los años posteriores marcadas por las crisis de subsistencia y las epidemias, en la década de los treinta se suceden varios acontecimientos reseñables y de distinto cariz: la creación de la Hermandad de Ánimas, origen de la devoción en Benalúa a la Virgen del Carmen; la aparición de un brote mortal de cólera que se repetirá varias décadas más tarde; la desamortización de tierras propiedad de dos órdenes religiosas; y la constitución del Ayuntamiento de Benalúa (1836). Ésta última se lleva a cabo en el marco de la supresión del Corregimiento de Guadix y de la reforma administrativa que configura el nuevo mapa de las provincias españolas. La histórica pedanía se convertía así en municipio.
 
El nuevo Ayuntamiento de Benalúa mantuvo dos conflictos paralelos en el tiempo. Uno con la jerarquía eclesiástica en reclamación de un párroco propio y otro con dos grandes propietarios agrícolas de los cortijos vecinos, el duque de Gor y el marqués de Villalegre, por el aprovechamiento de las aguas de riego de la acequia de Benalúa. La situación es fiel reflejo de un pueblo que lucha por el reconocimiento de sus derechos y de su entidad jurídica ante las instancias superiores y los poderes establecidos.
 
A mediados de siglo Benalúa cuenta ya con 146 vecinos y 663 almas. Los cultivos agrícolas principales son cereales, cáñamo, lino y judías, y se cría ganado diverso. El mayor contribuyente es por entonces el marqués de Benalúa, Gaspar de Aguilera y Contreras, heredero de los condes de Alcudia y titular de gran parte de las tierras, de un gran número de cuevas y de una casa. Gaspar de Aguilera llegó a ser diplomático, senador vitalicio y consejero real.

Otro de los empeños colectivos de los benaluenses en el siglo XIX fue el de la construcción de una nueva iglesia, hecho que ocurre en 1864, tras largas gestiones y la contribución de todos los vecinos en el acarreo de materiales y en su construcción. Poco después la nueva iglesia consigue la categoría de parroquial y la dotación de un cura propio, reclamado por la feligresía desde tiempo atrás. Este clima de espiritualidad colectiva fructifica en 1886 con la creación de la Hermandad de la Virgen del Carmen. Por esos años la población pasa de los 600 habitantes, hay alrededor de 200 cuevas y según declaran los propios ediles el término municipal tiene 950 hectáreas de superficie, aunque todavía no se ha hecho el deslinde oficial con los municipios vecinos. Pertenecen al pueblo la iglesia, el cementerio y tres cuevas que cumplen las funciones de Ayuntamiento, cárcel y tienda de bebidas. La estructura de la propiedad rústica está definida por la existencia de un gran propietario que había adquirido las tierras del marqués de Benalúa. Se trata de Juan Casas Alsubide, vecino de Granada, que tiene en propiedad 705 fanegas, arrendadas en lotes de entre 1 y 45 fanegas. Otros cuatro titulares no residentes en el pueblo se reparten alrededor de 225 fanegas, a los que hay que añadir un número reducido de labradores arrendatarios, que son a su vez pequeños propietarios, y un grupo amplio de braceros.

Ferrocarril y remolacha.
La construcción del ferrocarril y la introducción del cultivo de la remolacha contribuirán especialmente al tímido desarrollo económico que vive la comarca a principios del siglo XX.  Benalúa se ve inmersa en importantes cambios económicos, demográficos y urbanos durante las tres primeras décadas. De la mano de Manuel Fernández-Fígares, gran propietario agrícola e ingeniero, nace un prestigioso complejo industrial cuyo buque insignia es la azucarera Nuestra Señora del Carmen.
 
En ese período de tiempo se modifica la imagen del pueblo con la construcción de los grandes volúmenes fabriles, el hábitat cuevero se expande aprovechando las excelentes condiciones del terreno y la urgente necesidad de vivienda y la población se multiplica por cuatro debido a la necesidad de mano de obra que acude mayoritariamente de los pueblos de la comarca de Guadix.
 
Con el cultivo de la remolacha se introducen importantes cambios en las técnicas agrícolas. Las industrias que se van implantando aportan, con la ayuda del ferrocarril, nuevas tecnologías, maquinarias, fuentes de energía y procesos industriales novedosos y totalmente ajenos al pequeño pueblo de larga tradición agrícola que había sido Benalúa hasta entonces. La azucarera Ntra. Sra. del Carmen, la fábrica de pasta de esparto para papel Ntra. Sra. de las Angustias, la fábrica Harinas de Benalúa con los hornos anexos, la almazara El Carmelo, la fábrica de aceite de orujo Ntra. Sra. de la Esperanza, la fábrica de aguardientes y jarabes León Vega, la fábrica de jabones y otros pequeños negocios constituyeron un tejido industrial de renombre y una relevante impronta de futuro. Tanto los patronos como los obreros defenderán sus intereses de clase a través de un fecundo asociacionismo político y sindical.
 
Al hilo de estos cambios estructurales o como consecuencia de los mismos, surgen varias iniciativas culturales, como la creación de una academia de estudios. En 1920 Benalúa dispone de un teatro por el que pasan varias compañías. Poco después se construye una nueva sala más grande y mejor equipada, que acoge representaciones de zarzuela y a éste le sucede un tercer teatro de mayores proporciones que con el tiempo se convertirá en cine.
 
Tras el pronunciamiento militar de los sublevados contra el Gobierno legítimo de la República y el inicio de la Guerra Civil en el verano de 1936, quedarán en poder de los republicanos la mayoría de los partidos judiciales de la provincia de Granada, incluido el de Guadix, gracias a la resistencia popular, la movilización de los partidos y de los sindicatos de izquierdas. Los comités revolucionarios que surgen se imponen en los primeros meses sobre los organismos oficiales (Gobierno Central, Gobierno Civil de Granada y comisiones gestoras de los Ayuntamientos) hasta que a principios de 1937 se reconduce la situación política. Estos comités tienen un carácter eminentemente popular y sindical, aunque en Benalúa se suma la representación del partido Izquierda Republicana. En la breve fase miliciana del comité revolucionario de Benalúa se lleva a cabo la incautación y explotación de las fábricas de la localidad, de los comercios y el reparto de determinadas tierras incautadas. Acabada la guerra y durante poco más de un año, las naves de la inactiva fábrica espartera fueron empleadas como campo de concentración.
 
Los últimos cincuenta años de la historia local están marcados por el fenómeno de la emigración, aunque padecida en menor escala que otros municipios de la comarca. La economía local vive un segundo impulso con la creación de Pastalfa (antecesora de la actual Celsur), Cerámica El Carmelo y una fábrica de conservas. Por su parte, los labradores consiguen el acceso a la propiedad de las tierras que trabajan acabando así con una larga historia de arrendamientos. También se repara un agravio histórico como es el de la incorporación del barrio del Camarate a Benalúa en 1972, hasta entonces dentro del término municipal de Guadix. La depresión económica vivida a principios de la década de 1980 fue el punto de inflexión del sector industrial, que supo salir adelante con la fórmula del cooperativismo. La memoria colectiva de los benaluenses había acuñado una dilatada tradición emprendedora, asociativa y solidaria que renovó en esos duros años el tejido económico de este pueblo cuevero, agrícola e industrial de la Hoya de Guadix.
 
Textos cedidos por Miguel Ángel Sánchez Gómez extraidas de su Libro:
“Benalúa, Historia de un pueblo de la Accitania”

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